Editorial | Contra los gastos militares y la guerra

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Las sociedades burguesas se mueven bajos los intereses de la clase social que controla el Estado, en nuestro caso, los propietarios de los grandes medios de producción con toda su cohorte de lacayos, servidores y publicistas, aproximadamente un 20% de la población. Los propietarios de los medios de producción, es decir, los capitalistas, manejan los gobiernos y los estados según sus intereses particulares, mientras que las clases trabajadoras se ven compelidas a acatar y sufrir lo que se les impone desde el poder político, cultural y económico. La clase obrera tiene la necesidad de luchar por controlar el poder del Estado.

Cuando el Estado esté en manos de la clase obrera primarán los intereses de la mayoría social. Así, elementos básicos para la vida actual como las redes energéticas, bancarias, las de transporte y el sistema eléctrico estarían organizadas para satisfacer las necesidades de la población trabajadora, entonces, a buen seguro que no hubiera pasado lo que ocurrió el pasado lunes con el apagón general en toda España. 
La privatización de servicios esenciales para la vida actual, se han venido haciendo por los diferentes gobiernos del PSOE y del PP. Esta es una de las respuestas a la decadencia económica de las formaciones sociales capitalistas que llevan haciendo los dirigentes políticos conservadores y socialdemócratas para fortalecer al capital. Es un sacrificio colectivo para provecho de una reducida minoría social; una facción social formada por quienes componen los consejos de administración de las grandes multinacionales, en su mayoría extranjeras, y unos pocos ricachones explotadores de origen nacional junto a su cohorte de aristocracia obrera. Con las privatizaciones de los servicios públicos se desvían los bienes y servicios a los negocios de la clase explotadora que de este modo satisface su ética y sus valores que no son otros que las ansias de lucro y el cebo de sus bolsillos.

La población explotada sufre el empobrecimiento constante de sus condiciones de vida ante el egoísmo y la voracidad material de los explotadores, insaciables por unos beneficios que les permitan reproducir y ampliar sus propiedades y medios de producción. La codicia de la burguesía por el dinero y el vasallaje de los gobiernos los llevan a descuidar los mecanismos necesarios para que funcionen con normalidad y seguridad todos los factores que en la actualidad son imprescindibles para una vida social estable y armónica. Un ejemplo reciente lo hemos tenido con el apagón sufrido en España. El Estado Español tiene que recuperar la propiedad del sistema eléctrico, nacionalizarlo. Los miles de millones que está empleando en la industria de las matanzas humanas debe aplicarlos en mejorar las condiciones de vida de toda la población trabajadora. 
En 1859, Marx escribió que en un determinado período el desarrollo de las fuerzas productivas entra en contradicción con las relaciones sociales de producción y que las fuerzas productivas se transforman en destructivas. El carácter contradictorio que siempre ha tenido el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo se vuelve a poner una vez más de manifiesto; así, la capacidad de crear una creciente cantidad de riqueza con menos trabajo gracias al desarrollo de las tecnologías de la producción no beneficia a quien realmente las produce, la clase obrera. Con el apagón de ayer se pone de manifiesto que las empresas que controlan la electricidad lo que buscan es su interés particular, no tienen interés alguno en servir a la sociedad invirtiendo en la modernización de las redes, y en sistemas de estabilización que eviten y neutralicen cualquier circunstancia que altere la potencia y la frecuencia de la red eléctrica provocando su caída y su parada.

Cuando en la historia de la humanidad la producción superó al consumo y los excedentes se los apropiaron ciertos grupos sociales comenzó la lucha de clases. Desde entonces, la minoría que se adueñó del sobrante producido colectivamente estableció las reglas de convivencia y de trabajo a la mayoría de los pobladores que eran los que trabajaban y producían. Con el tiempo, los productores no tuvieron más remedio que organizarse en sindicatos y asociaciones y en una lucha constante reivindicativa contra la minoría usurera consiguieron derechos que mejoraron sus condiciones de vida y de trabajo. Así, desde hace ya varios milenios, venimos con los choques y luchas a muerte entre poseedores y desposeídos, entre guerras y violencia. Los esclavistas, órdenes religiosas y sacerdotales, señores feudales y burgueses que quedaron como propietarios en esta sociedad no ceden ni un milímetro de sus privilegios. Esa es la dinámica de la vida social. La historia de los trabajadores en estos 10,000 años desde que podemos reconstruir la historia: es la de quienes realmente trabajan y crean la riqueza de las sociedades, pero están excluidos de su aprovechamiento. Esta distribución de bienes para unos y la exclusión de otros radica en el disfrute del Poder.

El problema fundamental siempre ha sido el Poder, el control del Estado, el dominio sobre los aparatos estatales. En este período, la autoridad del imperialismo patrocinado por los estados del mundo occidental pierde influencia, muchos pueblos del Sur se rebelan, las crisis socioeconómicas y ecológicas se complican en su interior y cada paso que dan en la búsqueda de soluciones, intervenciones militares, golpes de estado, violencias de todo tipo, reformas laborales, medidas represivas, etc. embarullan más las cosas y debilitan sus estructuras de dominación. Las clases trabajadoras tenemos que asumir el derecho y la necesidad de que para cambiar las relaciones sociales hay que pelear para detentar el poder del Estado, enfrentar al imperialismo, a sus soluciones culturales, ideológicas que le permiten la hegemonía y la violencia, para derrotarle y salir del lodazal en el que hunde a la sociedad. Hay que acabar con los gastos militares, las guerras, y el genocidio palestino. Estamos metidos en una lucha de clases global en donde el sistema capitalista utiliza todos los medios a su alcance para aplastar y derrotar a la clase obrera. Moviliza los presupuestos estatales trasfiriendo dinero público a las empresas dedicadas a la producción de armas a base de recortar los fondos destinados a los servicios públicos de la sanidad, la dependencia, la educación, las pensiones y otros. Mediante la manipulación informativa tratan de convencernos de que no hay más remedio que reforzar nuestra fuerza militar y el apoyo a la OTAN con la mentira de que vienen los rusos que quieren invadirnos. El mundo imperialista necesita aumentar la fuerza militar para tener más opciones de superar sus dificultades y ganar en la competencia y lucha por los mercados a otras naciones emergentes que poco a poco las superan; también, tiene que dotarse de un poderoso brazo bélico para oprimir a los países colonizados y continuar con el saqueo de los recursos y las materias primas para sus industrias. Los países imperialistas, intentan detener por todos los medios el declive del nivel de vida de las poblaciones de sus metrópolis arruinando a países oprimidos y explotados a los que solo les queda la miseria, la pobreza y la inmigración de sus poblaciones más jóvenes.

El reformismo y la socialdemocracia siempre acaban eligiendo el orden existente, piensan en la humanización del capitalismo, y que este sistema puede reformarse para mejor, pero es un embuste y una falacia. Los partidos socialdemócratas cada vez que participan en los gobiernos acaban desintegrándose sin conseguir mejoras para la población trabajadora. En los momentos decisivos en los que el capital tiene que recurrir a las guerras para recuperar sus decaídos beneficios por las crisis, ahí están ellos para apuntalar esa ciénaga de barro y suciedad que es el sistema capitalista. Rosa Luxemburgo lo vino denunciando cuando la burguesía alemana se preparaba para la I guerra mundial (1914-1918); llevando a la muerte a millones de jóvenes en la plenitud de su vida. La socialdemocracia asesinó a Rosa Luxemburgo. 

Los Estados nos venden el señuelo de la defensa y seguridad de la patria, pero lo que realmente hacen es moldear nuestro cerebro para justificar que los intereses de los ricos burgueses son los de toda la sociedad. Los partidos reformistas con su mayor o menor discurso radical, aceptan, colaboran y refuerzan el empleo de fondos estatales para incrementar los negocios que más engordan los bolsillos de los dueños del capital, las industrias para la producción de armas, la industria de las matanzas humanas. En nuestro país, las organizaciones sindicales mayoritarias al servicio del régimen se desentienden o refrendan las políticas de gastos para la guerra, colaboran en los acuerdos con las organizaciones patronales propiciados por los ministerios y, no quieren saber nada de la formación de los trabajadores con el fin de que tomen conciencia como clase frente al capital; son buenos vasallos trabajando favorablemente para sus amos, traicionando a sus propios representados, los trabajadores. Ahí están las declaraciones del jefe de la UGT que sin la más mínima vergüenza de clase anda pidiendo la imposición por parte de la UE de un impuesto a todos los ciudadanos para reforzar la defensa y seguridad militar europea. Nos preguntamos, si esta gente va a romper con los jefes de la socialdemocracia que tan bien les cuidan para oponerse a las matanzas de jóvenes en los frentes de batalla o van a seguir el mismo camino que siguió la II internacional dando su apoyo a los planes de guerra de la burguesía alemana en el momento que decidan llevar a la juventud a la guerra.

El ambiente bélico que están propagando con tanta insistencia desde los diferentes aparatos mediáticos tiene la intención de que sus propósitos sean asumidas servilmente por nuestras mentes. Tenemos que aprobar sus decisiones más inmediatas: los presupuestos para el rearme y la guerra y el recorte obligatorio de servicios y derechos sociales, el endurecimiento de las condiciones laborales con el aumento de la explotación laboral en los centros de trabajo. Este encadenamiento de sucesos estará completo con las medidas represivas que tienen como núcleo de su aplicación la Ley Mordaza; norma que los partidos del gobierno de coalición llevan prometiendo derogar desde hace años. Pero no lo hacen porque ven venir tiempos complicados de lucha obrera y popular, y como buenos lacayos deben impedir que nadie se mueva contra las imposiciones impopulares que benefician a las élites económicas, concentradas en el IBEX 35. Las reglas que rigen la estabilidad de nuestra anacrónica y retrógrada monarquía borbónica se deben mantener inalterables y al que se atreva a ir contra ellas se le castiga como está sucediendo actualmente en las resoluciones de los diferentes procesos judiciales, en donde los jueces se ponen de lado del capital.

Por último, hay que exigir con fuerza que acaben de una vez los asesinatos y crímenes de niños, mujeres y hombres que está cometiendo el gobierno sionista en Palestina, con el objetivo de exterminar y eliminar a la población de Palestina. No basta con que el Estado español paralice o elimine una o dos partidas de compras de armas a Israel, es necesario cortar todas las relaciones comerciales con el estado sionista e impedir que la Banca española financie la producción de armamentos a empresas nacionales o extranjeras. El mundo occidental no puede seguir prestando ayuda militar para dejar un territorio totalmente destruido que luego será aprovechado para la explotación por grandes empresas multinacionales dedicadas a la construcción y al turismo. La lucha de la clase obrera mundial y los sectores populares son los pueden acabar con la destrucción de las tierras del pueblo palestino por el criminal estado de Israel. Este debe desaparecer, sólo es aceptable un estado único palestino en donde puedan convivir todas las personas de diferentes razas, y religiones, ya sean palestinos o judíos, o personas de cualquier otro credo u origen de su procedencia.

• Fuentes: Kaosenlared.net

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