Editorial | El ataque a diplomáticos, la última afrenta a la inacción europea ante el genocidio palestino.

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La masacre en Gaza continúa, y con ella, la vergonzosa inacción de la Unión Europea y, de forma particular, de España. Mientras las bombas caen y las vidas se siegan, la respuesta oficial se ha limitado a tibias condenas y llamadas a la calma que suenan huecas ante la magnitud de la catástrofe humanitaria. El incidente de estos días, en el que tropas sionistas atacaron a una delegación diplomática europea, es la gota que colma el vaso y un recordatorio brutal de la impunidad con la que actúa Israel.

La Unión Europea, autoproclamada defensora de los derechos humanos y el derecho internacional, ha demostrado una vez más su doble rasero. Su retórica grandilocuente sobre la necesidad de proteger a los civiles y garantizar el acceso a la ayuda humanitaria contrasta dolorosamente con su incapacidad para tomar medidas concretas que detengan el genocidio.

Se esgrimen argumentos de "complejidad" y "sensibilidad diplomática" mientras un pueblo entero es sometido a un castigo colectivo. ¿Dónde está la contundencia que se exhibe en otros conflictos? ¿Dónde la determinación para imponer sanciones o romper relaciones con un estado que viola sistemáticamente toda norma de convivencia?

España, por su parte, se encuentra en una posición aún más lamentable. Con una historia de compromiso con la causa palestina, la actual postura del gobierno es una decepción mayúscula. Más allá de declaraciones puntuales, no se ha visto una iniciativa diplomática audaz ni una presión real sobre Israel.

La tibieza de la respuesta española es una afrenta a su propia tradición y a la solidaridad que el pueblo español ha mostrado históricamente con los oprimidos. La reciente agresión a la delegación europea, que incluía a representantes españoles, debería ser un punto de inflexión. No se trata ya de una cuestión abstracta de derechos humanos, sino de la seguridad y la dignidad de los propios diplomáticos europeos.

La inacción de Europa y España no es neutral; es una complicidad tácita con la barbarie. Cada día que pasa sin una condena enérgica y medidas concretas, se legitima la impunidad de Israel y se envía un mensaje devastador: que algunas vidas valen menos que otras. Es hora de que los gobiernos europeos, y en particular el español, dejen de lado los cálculos políticos y actúen con la urgencia y la determinación que la situación exige.

La historia juzgará esta inacción, y la mancha de la complicidad quedará grabada en la conciencia de quienes pudieron hacer más y decidieron mirar hacia otro lado. El genocidio en Palestina es una herida abierta en la humanidad, y Europa, con su silencio, se está desangrando con ella.

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