Editorial | La paradoja de la anticorrupción con pasado: dos corruptos en la manifestación de la derecha española

La imagen de este domingo en Madrid, con Alberto Núñez Feijóo flanqueado por los expresidentes José María Aznar y Mariano Rajoy en una manifestación convocada bajo el lema "Mafia o Democracia" y con la corrupción como eje central, dibuja una paradoja difícil de ignorar.
El Partido Popular se alza como estandarte de la "decencia" y la lucha contra la corrupción, mientras exhibe a dos de sus figuras históricas que han visto sus mandatos y sus partidos salpicados por numerosos casos de irregularidades.
Mariano Rajoy, quien dejó la presidencia del Gobierno a raíz de una moción de censura provocada precisamente por la sentencia del 'Caso Gürtel' que condenaba al PP por financiación ilegal, se erige hoy como una voz autorizada contra la corrupción. La Audiencia Nacional, en aquella sentencia, dejó claro que el partido se había beneficiado de la trama corrupta, y el propio Rajoy tuvo que declarar como testigo en el juicio, siendo el primer presidente del Gobierno en ejercicio en hacerlo. El «Luis, sé fuerte» a Luis Bárcenas, extesorero del partido y figura clave en la "caja B" del PP, es una frase que aún resuena en la memoria colectiva. Su presencia en esta manifestación plantea la pregunta de si el mensaje anticorrupción se dirige a todos por igual, o si existen varas de medir distintas.
Por su parte, José María Aznar, que gobernó España entre 1996 y 2004, también arrastra un legado de sospechas y condenas que han afectado a su círculo más cercano y a su gobierno. No son pocos los exministros de su etapa que han sido imputados o condenados por corrupción, en casos que van desde el Caso Malaya hasta otras tramas de financiación irregular. Incluso la fundación FAES, vinculada a Aznar, ha sido señalada por presuntos cobros de comisiones. La "limpieza" de las instituciones que ahora reclama el PP, de la mano de un expresidente cuyo legado está vinculado a tales episodios, genera una evidente contradicción.
La decisión de Feijóo de integrar a estas figuras en una protesta contra la corrupción es una apuesta arriesgada. Si bien busca la unidad de la derecha y la imagen de "familia" del partido, también expone al PP a críticas por su falta de autocrítica y su aparente olvido selectivo del pasado. ¿Cómo puede el Partido Popular erigirse como adalid de la ética y la transparencia si quienes le representan en esta movilización son figuras cuyo historial está inevitablemente ligado a algunos de los capítulos más oscuros de la corrupción en España?
Esta paradoja no solo debilita el mensaje que el PP intenta transmitir, sino que también puede generar escepticismo entre la ciudadanía. Para ser creíble en la lucha contra la corrupción, no basta con señalar al adversario; es fundamental demostrar una ejemplaridad que abarque el propio pasado y reconozca los errores cometidos. De lo contrario, la manifestación, en lugar de reforzar su credibilidad, podría terminar siendo un ejercicio de cinismo político, donde la lupa de la "mafia" se aplica únicamente a los otros, mientras se invisibilizan las sombras propias.
En última instancia, la paradoja de Aznar y Rajoy en una protesta contra la corrupción es un recordatorio de que la memoria es selectiva en política, pero no para la sociedad. El PP, al mirar hacia adelante en su agenda anticorrupción, no puede permitirse el lujo de olvidar las lecciones de su propio pasado, o correrá el riesgo de que su mensaje, por muy contundente que sea, suene hueco.
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