Editorial | El racismo: La cincelada arma de la ultraderecha para sembrar el odio

Published from Blogger Prime Android App

En un mundo que clama por la unidad y la justicia, resurge con preocupante fuerza un fantasma que creíamos en retirada: el racismo. Sin embargo, no lo hace de manera espontánea o aislada, sino que es a menudo orquestado, instrumentalizado y, lo que es más grave, utilizado como una herramienta cínica por parte de la ultraderecha para difundir el odio y consolidar su base de poder.

La historia nos ha enseñado las devastadoras consecuencias de la ideología racista. Desde la esclavitud hasta el Holocausto, el odio racial ha sido el motor de las más atroces violaciones de los derechos humanos y de conflictos que han desgarrado sociedades enteras. A pesar de estas lecciones, o quizás precisamente por el olvido intencionado de ellas, la ultraderecha global ha encontrado en el racismo un filón inagotable para sus narrativas divisivas.

¿Cómo opera esta instrumentalización? Fundamentalmente, a través de la construcción de un "otro" al que culpar de todos los males sociales. Ya sean inmigrantes, minorías étnicas o religiosas, o comunidades afrodescendientes, el racismo de la ultraderecha los etiqueta como la raíz de problemas complejos como el desempleo, la inseguridad o la pérdida de identidad cultural. Esta simplificación maliciosa ignora las causas estructurales y económicas de estos problemas, desviando la atención y la indignación hacia chivos expiatorios convenientemente construidos.
Las redes sociales y los medios de comunicación afines se convierten en el eco perfecto para esta propaganda.

Mensajes cargados de estereotipos, desinformación y apelaciones a miedos infundados se viralizan, generando burbujas de resentimiento y hostilidad. Se alimenta la idea de una "invasión", de una "amenaza" a la cultura o a la pureza racial, en un intento desesperado por revivir viejas glorias nacionalistas y homogeneizar una sociedad que, por naturaleza, es diversa y multicultural.

El peligro de esta estrategia es múltiple. Primero, normaliza el odio. Lo que antes era considerado inaceptable, un discurso marginal, se filtra poco a poco en el debate público, ganando un barniz de legitimidad. Segundo, fractura a la sociedad. Al polarizar entre "ellos" y "nosotros", se dinamitan los puentes de entendimiento y se dificulta la construcción de consensos necesarios para abordar los desafíos comunes. Tercero, y lo más grave, incita a la violencia. La retórica deshumanizadora de la ultraderecha no se queda en las palabras; tiene un efecto real y tangible en las agresiones, los crímenes de odio y la discriminación que sufren las comunidades señaladas.

Es imperativo que la sociedad civil, los gobiernos democráticos y los medios de comunicación responsables se erijan como muros de contención frente a esta peligrosa tendencia. La educación es fundamental para desmantelar los prejuicios y fomentar el pensamiento crítico que permita reconocer la manipulación. Las políticas públicas deben asegurar la igualdad de oportunidades y la no discriminación para todas las personas, despojando a la ultraderecha de sus argumentos espurios sobre supuestas "ventajas" o "privilegios" de ciertos grupos.

Además, es crucial denunciar y combatir la impunidad. Aquellos que difunden el odio racista deben ser enfrentados con el peso de la ley y el rechazo social. La libertad de expresión no puede ser un escudo para la incitación al odio y la violencia.

El racismo no es una opinión; es una ideología de supremacía que ha causado y sigue causando un inmenso sufrimiento. Permitir que la ultraderecha lo utilice como herramienta política es condenarnos a repetir los errores más oscuros de nuestra historia. Es hora de un levantamiento moral y social que defienda la dignidad humana por encima de cualquier intento de dividirnos y enfrentarnos. El odio nunca debe ser el camino.

Comentarios