El voto comunitario en el centro de la disputa en las elecciones bolivianas

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La fragmentación del bloque oficialista, la ausencia de consenso entre fuerzas del MAS y la emergencia de candidaturas alternativas han generado un escenario electoral incierto en Bolivia. Con el gobierno de Luis Arce incapaz de unificar a sus bases históricas, y con Evo Morales postulándose bajo una nueva agrupación —"Evo Pueblo"— aún sin personería jurídica, el espacio político progresista se encuentra dividido. 

Mientras los debates presidenciales se reducen a críticas cruzadas y los medios urbanos centran su cobertura en figuras tradicionales como Doria Medina y Jorge Quiroga, gran parte del país permanece al margen del ruido mediático. En territorios indígenas como Ivo, en Chuquisaca, o en comunidades del norte de Potosí, las campañas electorales apenas han llegado. Allí, el proceso de decisión no es individual, sino colectivo. 

Las organizaciones indígenas y campesinas —cuna del MAS y sostén de los gobiernos de Morales y Arce— se preparan para reuniones decisivas en las próximas semanas. Bajo el principio del voto comunitario, deliberarán en asambleas para consensuar a quién otorgarán su apoyo. Este mecanismo, basado en el thaki (camino de liderazgo progresivo) y el muyu (rotación de cargos), refleja una democracia paralela, profundamente arraigada en usos y costumbres. 

Analistas advierten que las encuestas, mayoritariamente urbanas, no capturan este voto disperso pero cohesionado. Se estima que hasta un 25% del electorado rural no está adecuadamente medido, y su decisión podría inclinar la balanza el 17 de agosto. El alto porcentaje de votos en blanco (12.%) y nulos (7.4%) también sugiere desafección o una estrategia de protesta, posiblemente ligada al mandato de Evo Morales. 

Ante la falta de propuestas concretas en los debates y la desconfianza hacia los partidos tradicionales, el voto castigo y el voto comunitario emergen como fuerzas disruptivas. El resultado final dependerá no solo de los discursos en Santa Cruz o La Paz, sino de las asambleas silenciosas en los territorios comunitarios de origen, donde la política se vive como responsabilidad colectiva, no como espectáculo.

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