En Canadá, los productores, ya debilitados por los aranceles aduaneros estadounidenses, deben enfrentarse ahora a una nueva ofensiva: la de China. Desde el jueves 20 de marzo, Pekín ha impuesto severos aranceles aduaneros a los productos agrícolas, incluido el aceite de canola, en represalia por los impuestos canadienses a los vehículos eléctricos chinos. Una medida que podría tener un "efecto devastador" en el sector, según una organización profesional canadiense.
Pekín ataca con fuerza: impone aranceles del 100% sobre el aceite de canola y sus derivados, pero también sobre las harinas de semillas oleaginosas y los guisantes importados de Canadá. Canadá es un productor líder de canola, una planta utilizada para producir aceite de cocina y alimento para animales. China, después de Estados Unidos, es el mayor comprador.
Basta decir que el sector se siente atrapado en un vicio: sus dos principales clientes están imponiendo barreras comerciales al mismo tiempo, poniendo en peligro provincias como Manitoba, Saskatchewan y Alberta, donde la agricultura es esencial.
Este doble golpe también afecta a los pescadores de las costas del Pacífico y del Atlántico: Pekín impone aranceles aduaneros del 25% a unos cincuenta productos del mar. La misma sanción se aplica a la carne de cerdo canadiense, con un recargo que afecta especialmente a Quebec, el principal exportador de carne de cerdo. Un duro golpe para una industria que exportaba masivamente a China.
«Los nuevos aranceles de China sobre el aceite y la harina de canola canadienses tendrán un impacto devastador en los productores de canola y en toda la cadena de valor, en medio de una mayor incertidumbre comercial y geopolítica», dijo Chris Davison, presidente del Consejo de Canola de Canadá. «Instamos al gobierno federal a trabajar inmediatamente con China para resolver este problema», añadió.
Estas medidas chinas son una reacción directa a los impuestos impuestos por Canadá a los vehículos eléctricos chinos. En agosto pasado, Ottawa decidió aplicar un recargo del 100% a estos vehículos, así como del 25% a las importaciones de acero y aluminio chinos. El Ministerio de Comercio chino denunció entonces unos impuestos que "perjudicaban a las empresas chinas", lo que llevó a China a tomar represalias.
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