Opinión | El precio de los aranceles de Trump lo paga el pueblo estadounidense

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El discurso nacionalista suena fuerte desde el atril. Habla de proteger empleos, de recuperar la grandeza, de castigar a los "otros". Pero mientras el presidente Donald Trump eleva los aranceles y juega a la guerra económica, en los hogares estadounidenses los precios suben y la realidad golpea el bolsillo común.

Una ola de aumentos comienza a barrer los estantes de 'Walmart', 'Best Buy', y los catálogos digitales de 'Shein' o 'Temu'. Juguetes, electrodomésticos, autos, ropa, nada se salva. La causa: los aranceles impuestos por Donald Trump, que alcanzan hasta el 30% para productos producidas por China. Lejos de golpear a las élites o castigar a potencias extranjeras, el verdadero impacto cae sobre quienes menos tienen.

El director de 'Mattel', Ynon Kreiz, lo dijo sin rodeos: los juguetes baratos están en peligro. Y el director de Walmart, Doug McMillon, fue aún más claro: los minoristas no pueden absorber los costos, los consumidores pagarán la diferencia. La lógica es simple: cuando el imperio cobra venganza comercial, las corporaciones ajustan y el pueblo paga.

Este no es un conflicto por soberanía ni una lucha por la clase trabajadora. Es una pugna imperial por el control económico del mundo. Y en esa batalla, como siempre, las grandes potencias reparten discursos patrióticos mientras trasladan el peso a los más débiles: trabajadores, familias, pequeños comercios.

La "América Primero" de Trump no protege a su gente, solo refuerza un modelo donde los grandes mandan y los pueblos obedecen. Hoy, el arancel es la nueva forma del látigo económico. Y aunque se vista de bandera, sigue siendo imperio.

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