Cuba en 2025: la necesidad de un cambio de rumbo

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Cuba atraviesa en 2025 una de las crisis socioeconómicas más profundas de su historia reciente. La economía se encuentra en contracción o con crecimiento marginal (alrededor del 1% del PIB), mientras la inflación supera el 25% anual. El sistema electroenergético colapsa, con apagones de hasta 20 horas diarias en varias provincias. La producción agropecuaria y manufacturera está por debajo del 50% de sus metas, lo que mantiene al país altamente dependiente de las importaciones. El turismo, principal fuente de divisas, ha caído más de un 25% en el primer semestre del año. El salario promedio estatal no supera los 8 dólares mensuales, y el dólar informal cotiza por encima de los 400 CUP/USD, evidenciando una profunda distorsión monetaria. El sector privado ha emergido como el verdadero motor económico, pero opera en un entorno de restricciones, inseguridad jurídica y falta de acceso a financiamiento. La población vive en condiciones de supervivencia, con acceso limitado a alimentos, medicinas y servicios básicos, mientras el descontento social crece y la migración continúa en niveles sin precedentes.

Posibles acciones para mejorar el Estado socioeconómico de Cuba y sus ventajas

Cuba no debe elegir entre el capitalismo salvaje y el estatismo cerrado. Puede construir un modelo híbrido: un Estado fuerte en regulación y servicios básicos, un sector privado dinámico y una sociedad participativa. Países como Vietnam y China demostraron que es posible modernizarse sin abandonar el control político central. Mongolia mostró que una transición pacífica hacia una economía de mercado es viable incluso desde un sistema comunista. Lo que Cuba necesita no es una revolución, sino una reforma inteligente, ordenada y urgente.

La crisis actual no es solo económica: es de confianza, legitimidad y esperanza. Cada día que pasa sin reformas profundas profundiza el descontento, la migración y el riesgo social. Pero también es una oportunidad. Si el gobierno actúa con realismo y coraje, 2025 podría marcar el inicio de una nueva etapa: más productiva, más justa, más libre.

1. Unificación monetaria y cambiaria con un tipo de cambio flexible

Eliminar las múltiples tasas oficiales y establecer un solo tipo de cambio basado en la oferta y la demanda permitiría estabilizar el mercado, reducir el mercado negro y devolverle credibilidad al peso cubano. Esta medida eliminaría la especulación, facilitaría las transacciones comerciales y atraería confianza tanto de ciudadanos como de inversores. Al transparentar el valor real de la moneda, se podrían diseñar políticas económicas más precisas y efectivas. 

2. Reconocimiento y fortalecimiento del sector privado y las MiPyMEs

Legalizar plenamente a las pequeñas y medianas empresas, eliminar topes de empleados, permitir su acceso a importaciones directas y ofrecerles créditos en divisas impulsaría la producción, la innovación y el empleo. Al descentralizar la generación de riqueza, el Estado reduciría su carga fiscal y aumentaría la recaudación tributaria. Además, se fomentaría una cultura de responsabilidad, eficiencia y servicio al cliente, ausentes en muchos sectores estatales.

El reconocimiento y fortalecimiento del sector privado y las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (MiPyMEs) constituye la única vía realista para reactivar la economía productiva. Mientras el Estado siga monopolizando sectores inviables y asfixiando al sector no estatal con restricciones arbitrarias, la isla seguirá dependiendo de importaciones que no puede pagar. Empoderar a los emprendedores con acceso a créditos, mercados y autonomía no solo generará empleo y riqueza, sino que descentralizará la responsabilidad económica, reducirá la carga fiscal del Estado y fomentará una cultura de eficiencia y servicio ausente en la administración estatal. Ignorar este potencial es condenar al país a la estanflación perpetua.

3. Descentralización y modernización de la empresa estatal

Transformar las empresas estatales en entidades autónomas con gestión financiera independiente y responsabilidad por resultados permitiría identificar y cerrar las inviables, mientras se fortalecen las productivas. Esto reduciría el déficit fiscal, optimizaría el uso de recursos y mejoraría la calidad de los bienes y servicios. La creación de planes de retiro voluntario con compensación social permitiría una transición ordenada sin generar descontento masivo.

La descentralización y modernización de la empresa estatal no puede posponerse más. Sostener cientos de entidades que operan con pérdidas crónicas es un lujo que Cuba no puede permitirse. Transformar las empresas viables en entidades autónomas con gestión independiente y responsabilidad por resultados permitirá racionalizar el aparato productivo, liberar recursos para inversiones estratégicas y poner fin a la cultura de la irresponsabilidad financiera. Las que no puedan competir deben cerrarse con dignidad, mediante planes de retiro justos, no con represalias o despidos masivos. La eficiencia no es traición: es supervivencia.

4. Apertura a la inversión extranjera con garantías reales

Reformar la Ley de Inversión Extranjera para garantizar seguridad jurídica, repatriación de ganancias y arbitraje internacional atraería capitales en sectores estratégicos como energía, turismo, biotecnología y agroindustria. La creación de zonas económicas especiales con infraestructura moderna, exenciones fiscales temporales y trámites simplificados aceleraría la entrada de tecnología, empleo calificado y divisas duraderas, sin necesidad de dependencia estatal total.

Abrir la economía a la inversión extranjera con garantías reales no es sumisión, sino inteligencia estratégica. El aislamiento ha llevado a Cuba al colapso; la integración puede ser su salvación. Reformar la Ley de Inversión Extranjera para garantizar seguridad jurídica, repatriación de ganancias y arbitraje internacional no entrega la soberanía, sino que atrae capitales, tecnología y empleo en sectores clave como energía, turismo y biotecnología. Las zonas económicas especiales, con incentivos claros y burocracia mínima, pueden convertirse en laboratorios de modernización que impulsen al resto de la economía. Negar esta posibilidad es preferir el orgullo ideológico sobre el bienestar de millones.

5. Recuperación urgente del sistema energético

Importar generadores móviles a corto plazo y acelerar la instalación masiva de paneles solares en hogares, hospitales y centros productivos permitiría reducir los apagones y restablecer la confianza en los servicios básicos. La generación distribuida descentralizada no solo mejora la resiliencia del sistema, sino que empodera a los ciudadanos, reduce costos operativos y disminuye la dependencia del petróleo importado.

Recuperar el sistema electroenergético nacional es una condición previa para cualquier actividad productiva. Sin electricidad estable, no hay fábricas, no hay hospitales funcionales, no hay hogares dignos. Importar generadores móviles como solución de emergencia y acelerar la instalación masiva de energía solar no es un plan opcional: es una urgencia de seguridad nacional. La generación distribuida no solo reduce la dependencia del petróleo importado, sino que empodera a las comunidades y hace al sistema más resiliente. Seguir postergando esta transición es condenar al país a la parálisis crónica.

6. Reforma agraria profunda y mercados libres de alimentos

Entregar tierras ociosas en usufructo perpetuo o propiedad plena a campesinos y cooperativas, con garantías de no expropiación, incentivaría la producción. Dotar a los agricultores de insumos, créditos y acceso directo al mercado permitiría romper el monopolio estatal de distribución, reducir precios y mejorar la calidad de los alimentos. La creación de mercados agrícolas libres dinamizaría la economía local y fortalecería la soberanía alimentaria.

Una reforma agraria profunda, con entrega de tierras en usufructo perpetuo y mercados libres de alimentos, es la única forma de alcanzar la soberanía alimentaria. El monopolio estatal en la distribución ha demostrado ser ineficiente, corrupto y desincentivador. Permitir que los campesinos vendan directamente al consumidor, con acceso a insumos y créditos, multiplicará la producción, abaratará los precios y mejorará la calidad. La tierra no debe ser un privilegio del Estado, sino un derecho del trabajador. Mientras no se rompa el control vertical sobre la cadena alimentaria, la escasez seguirá siendo un arma de control social.

7. Modernización del sistema de protección social

Sustituir la libreta de abastecimiento por un sistema de subsidios monetarios focalizados (mediante tarjetas electrónicas) permitiría dirigir el apoyo estatal a quienes más lo necesitan: pensionados, discapacitados y familias vulnerables. Este sistema sería más eficiente, menos corruptible y más adaptable a la inflación. Además, permitiría liberar recursos para invertir en salud, educación e infraestructura.

Modernizar el sistema de protección social, reemplazando la libreta de abastecimiento por subsidios monetarios focalizados, es un paso esencial hacia la dignidad ciudadana. El sistema actual beneficia a intermediarios y fomenta colas, corrupción y desigualdad. Un sistema basado en tarjetas electrónicas que transfiera recursos directamente a los más vulnerables es más eficiente, transparente y humano. Permite al ciudadano elegir qué comprar, dónde y cuándo, en lugar de depender de decisiones burocráticas. La caridad estatal debe ceder paso a la justicia social.

8. Fomento del trabajo remoto y la conexión digital

Garantizar acceso universal y asequible a internet de calidad permitiría a profesionales cubanos —médicos, programadores, diseñadores, traductores— trabajar para empresas extranjeras y enviar ingresos al país. Esto generaría divisas sin necesidad de exportar bienes físicos, dinamizaría la economía digital y retendría talento. Además, impulsaría la innovación, la educación en línea y la participación ciudadana.

Fomentar el trabajo remoto y garantizar acceso universal a internet de calidad no es un lujo tecnológico, sino una estrategia de supervivencia económica. Permite a profesionales cubanos generar ingresos en divisas sin emigrar, conecta al país con la economía global y dinamiza sectores de alto valor agregado. Retener talento, evitar la fuga de cerebros y diversificar las fuentes de ingresos externos son imperativos nacionales. Negar este camino es preferir la dependencia del turismo sobre la innovación.

9. Apertura controlada del espacio cívico y diálogo nacional

Convocar una mesa de diálogo con representantes del gobierno, oposición, sector privado, intelectuales y sociedad civil permitiría construir consensos sobre las reformas económicas y sociales. La liberación de opositores, la garantía de libertad de prensa y expresión, y la transparencia en la gestión pública recuperarían legitimidad nacional e internacional. Un Estado que escucha es más estable, más eficiente y más resiliente.

Abrir un espacio cívico mínimo, con diálogo nacional, libertad de expresión y rendición de cuentas, no debilita al Estado, sino que lo fortalece. Los gobiernos que no escuchan se vuelven sordos a la realidad y, al final, se derrumban. Incluir a la sociedad civil, la oposición pacífica y los intelectuales en la discusión de las reformas mejora la calidad de las decisiones, reduce el riesgo de conflictos sociales y recupera legitimidad. Un Estado que dialoga es más estable, más eficiente y más justo.

10. Integración de la diáspora cubana como actor económico

Facilitar que cubanos en el exterior inviertan en la isla, adquieran propiedades, envíen remesas sin comisiones excesivas y participen en proyectos productivos crearía un puente económico vital. La diáspora posee capital, experiencia y redes globales que pueden acelerar el desarrollo. Además, fomentaría el retorno de profesionales y fortalecería los lazos familiares y culturales.

Integrar a la diáspora cubana como actor económico no es rendirse al exilio, sino reconocer una realidad: millones de cubanos en el exterior poseen capital, experiencia y redes que pueden acelerar el desarrollo de la isla. Facilitar sus inversiones, propiedades y remesas sin trabas burocráticas no es traición, sino patriotismo inteligente. Ellos no son enemigos: son un puente hacia el mundo. Ignorar este potencial es un acto de soberbia que prolonga la crisis.

Una salida posible, si hay voluntad

En conjunto, estas acciones no representan una rendición ideológica, sino una afirmación de sentido común. No se trata de copiar modelos ajenos, sino de adaptar herramientas probadas a la realidad cubana. El verdadero riesgo no está en reformar, sino en continuar sin hacerlo. Porque si el costo de la inacción sigue siendo el hambre, la desesperanza y la migración masiva, entonces el precio de no actuar será mucho más alto que cualquier reforma.

Lo que está en juego no es la ideología, sino la supervivencia del país como proyecto colectivo. Cuba no necesita más heroísmo revolucionario. Necesita realismo, coraje y humildad. Necesita dejar de administrar la crisis y empezar, de una vez, a resolverla. Porque si no lo hace, el costo no será solo económico: será social, humano y político. Y ese precio, el pueblo ya no está dispuesto a pagarlo.

Cada una de estas acciones no solo es técnicamente viable, sino que genera efectos multiplicadores: más empleo, más producción, más ingresos en divisas, mayor estabilidad social y mayor legitimidad del Estado. Juntas, conforman un camino realista hacia la recuperación. No requieren un cambio de régimen, sino un cambio de mentalidad: del control absoluto a la coordinación inteligente, de la desconfianza a la colaboración, del aislamiento a la integración. Si Cuba logra dar este salto, 2025 podría dejar de ser un año de crisis y convertirse en el punto de partida de una nueva etapa. ¿Sucederá alguna vez?

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