Rusia, China y Corea del Norte: el eje de la esclavitud

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El régimen norcoreano, autoproclamado socialista, ha encontrado en la exportación de mano de obra esclava parte de la financiación para su programa de armas nucleares que no encuentra en su fracasado y aislado modelo económico. Un reporte de un panel de expertos de la ONU estimó que Pyongyang ganaba 500 millones de dólares anuales con sus 100 mil trabajadores en el extranjero para 2023, quienes son sacrificados en condiciones de precariedad y negación total de derechos laborales para mantener a flote el Estado armamentista y a su Líder Supremo.

Gran parte de la precarizada población obrera de Corea del Norte ve con muy buenos ojos la posibilidad de trabajar en el extranjero, aunque les lleguen tantos rumores de la gran cantidad de accidentes mortales de los que son víctimas sus connacionales. El tema laboral en el norte de la península coreana es muy complicado, pero para nada se acerca a las promesas de emancipación que tanto han hecho los socialistas desde hace siglos.

Legalmente, tienen una jornada laboral de 8 horas para la que devengan un salario mínimo mensual de 5 mil wones, lo que se traduce en alrededor de 5 dólares. En realidad, se ven obligados a cumplir cuotas mensuales, con periodos en los que podrían trabajar mucho más de 12 horas diarias. Su salario se ve recortado con la excusa de financiar actividades oficiales, autoridades y hasta a la propia empresa para la que trabajan. En el extranjero se supone que pueden ganar varios cientos de dólares al mes, así que sobornan a las autoridades encargadas de la selección para tener la oportunidad. Aplican principalmente hombres casados y con hijos y con un historial familiar de lealtad al régimen y sin deserciones.

Los principales destinos son Rusia y China, aunque países en casi todos los continentes han sido receptores en menor medida. Una vez ahí, los trabajadores se dan cuenta de que la represión y explotación viajaron con ellos: son supervisados por un funcionario de su país que se encarga de adoctrinarlos constantemente, vigilarlos y mantenerlos aislados de las comunidades en las que trabajan, además de golpearlos si por alguna razón se retiran del trabajo.

Sus ganancias son retenidas hasta el final de los tres a cinco años que dura su puesto para evitar que huyan, recibiendo algo de dinero al día para cigarros y alcohol y raciones de comida en cambio. Entre el 80 y 90% de sus salarios son enviados al Estado norcoreano como "cuotas de lealtad", y en ocasiones no reciben nada de dinero al volver a su país con el argumento de que el Partido lo necesitaba. Las ganancias de cada trabajador varían por su industria, país de destino y su suerte personal. A muchos trabajadores les pagaron solo de 200 a 300 dólares, lo que representa unos cinco dólares por mes durante cinco años. Otro trabajador reportó haber ganado hasta dos mil dólares en tres años, un caso que, a pesar de ser de los mejores, sigue revelando una gran extracción de la plusvalía por parte del Estado, tomando en cuenta que cada trabajador genera un promedio de 5 mil dólares anuales en ingresos para el mismo.

Las industrias incluyen maderería, construcción, pesca, informática y manufactura textil (y, en menor medida, la tradicional prostitución). Un trabajador que logró escapar de Rusia relató que los albañiles de Asia Central (tradicional fuente de mano de obra para el país eslavo) ganaban hasta cinco veces más por hacer un tercio del trabajo. También mencionó que estos se burlaban de los norcoreanos por la forma en que eran controlados y maltratados, lo que solo revela su falta de solidaridad y conciencia de clase (si
fuesen a huelga por los derechos de sus compañeros, la historia sería diferente).

Esta exportación de la esclavitud fue objeto de sanciones por parte del Consejo de Seguridad de la ONU en 2017, que exigían repatriar a todos los trabajadores norcoreanos administrados por el régimen en dos años, y llevaron a sanciones de EE.UU. contra dos empresas rusas. Desde entonces, todos los países que se han aprovechado de este "negocio" se han desvinculado de alguna u otra forma de él, con la gran mayoría diciendo que los habían repatriado, con China negando su implicación (catalogada como un "secreto a voces") y con Rusia emitiendo visas de educación y turismo para encubrir su participación, pero al mismo tiempo declarando públicamente que los utilizarán para reconstruir la Ucrania ocupada y sus empresas de construcción enviándole flores a Kim Jong-un.

Más interesante que el apoyo de China a estas sanciones resulta que tienen por objetivo impedir el financiamiento del programa nuclear norcoreano y no existe ningún interés por la situación de los esclavos norcoreanos ni por el retroceso que supone que un Estado soberano haya desarrollado una red de esclavitud y que tantos países con gobiernos "democráticos" se hayan involucrado con ella. Esto nos hace preguntarnos: si dicha red fuese administrada por Corea del Sur y las partes manejaran el asunto con un nivel similar de ambigüedad, ¿prosperaría la esclavitud como un negocio a gran escala en pleno siglo XXI sin recelos internacionales?

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